
El corazón no solo bombea sangre: también es un centro de comunicación emocional y energética. Investigaciones en neurociencia y física del cuerpo humano, como las del HeartMath Institute, han demostrado que el corazón genera un campo electromagnético hasta 100 veces más fuerte que el del cerebro, el cual puede medirse a más de un metro de distancia. Este campo, influido por nuestras emociones, cambia según nuestro estado interno y puede afectar, de forma inconsciente, a quienes nos rodean.
Cuando una persona experimenta emociones como gratitud o calma, su corazón emite un patrón más coherente, generando un impacto positivo en el entorno. Esto ha llevado a los científicos a considerar al corazón como un “segundo cerebro”, ya que posee su propia red neuronal, capaz de tomar decisiones y enviar señales al cerebro que influyen en la atención, la percepción y la toma de decisiones.
Estas investigaciones están transformando nuestra visión del bienestar emocional, mostrando que el corazón juega un rol clave en nuestra salud mental y en la calidad de nuestras relaciones. Herramientas como la respiración consciente o la meditación, al sincronizar el ritmo cardíaco, pueden ayudarnos a generar coherencia interna y una conexión más profunda con los demás.