
Cada hora, 48 mujeres y niñas son víctimas de violación en la República Democrática del Congo. Así lo reveló un estudio publicado en el American Journal of Public Health, que estimó más de 400.000 agresiones sexuales en solo un año, entre 2006 y 2007. La cifra, devastadora y muy superior a los registros oficiales de la ONU, desnuda una realidad donde el cuerpo femenino ha sido convertido en campo de batalla. En un país marcado por décadas de conflictos armados y el saqueo de sus recursos naturales, la violencia sexual ha dejado de ser un efecto colateral para transformarse en un arma sistemática de guerra y dominación.

Las regiones del este, especialmente Kivu del Norte, concentran los índices más altos: cerca de 67 de cada 1.000 mujeres han sido violadas al menos una vez. Pero el horror se ha extendido más allá de las zonas de combate, infiltrándose en la vida civil como una herida abierta que no deja de sangrar. Aunque las autoridades sostienen que el aumento en las cifras refleja una mayor disposición a denunciar, los investigadores advierten que las estadísticas aún son conservadoras: muchas víctimas callan por miedo, vergüenza o impunidad. Según la científica Amber Peterman, autora principal del estudio, “las cifras previas subestimaron gravemente la magnitud real de la violencia sexual en el país”. Hoy, la República Democrática del Congo sigue siendo el epicentro de una de las crisis humanas más atroces de nuestro tiempo.