470.000 personas al borde de la hambruna en Gaza y el mundo sigue mirando a otro lado.

Culture

31 de mayo de 2025

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470.000 personas al borde de la hambruna en Gaza y el mundo sigue mirando a otro lado.

En Gaza, el hambre ya no es una amenaza: es una realidad diaria que está matando niños. Más de 470.000 personas están al borde de la hambruna en una de las peores crisis humanitarias de las últimas décadas. Y mientras el mundo debate, los estómagos vacíos se multiplican y los cuerpos pequeños de bebés dejan de resistir.

En los últimos días, un gran número de niños han muerto por desnutrición. El 92% de los bebés menores de dos años no recibe los nutrientes mínimos para sobrevivir. Los números son brutales: 71.000 niños enfrentan desnutrición grave, 14.100 en estado crítico. Más de un millón de personas padecen inseguridad alimentaria severa.

Todo ocurre bajo un bloqueo que ya supera los 80 días. La ayuda humanitaria no entra, o lo hace con cuentagotas, limitada por las fuerzas israelíes que han destruido más del 90% de las viviendas. No hay alimentos, no hay combustible, no hay agua. En este escenario, un saco de harina cuesta 300 dólares, una cifra imposible para la mayoría de los habitantes. UNICEF ha logrado entregar algo de ayuda, pero la situación es insostenible. Las madres no pueden alimentar a sus hijos. Y los niños mueren.

La cifra de muertos en Gaza supera los 54.000 desde octubre de 2023. 16.503 eran menores de edad. Son números que se sienten irreales… hasta que se ponen rostro.

Uno de esos rostros fue el de Yaqeen Hammad, una niña de 11 años que usaba sus redes sociales para enseñar cómo sobrevivir bajo bombardeos. Tenía más de 100.000 seguidores en Instagram y se había convertido en un símbolo de resiliencia infantil en medio del horror. Enseñaba cómo cocinar sin gas, cómo mantenerse positivo en un entorno de muerte, cómo compartir lo poco que se tiene.

Murió en su casa, junto a su familia, tras un ataque aéreo en Deir al-Bala. Su cuerpo fue rescatado entre los escombros. Hasta su último día, visitaba refugios y campamentos para llevar ropa y juguetes a otros niños desplazados. “A pesar de la guerra y el genocidio, vinimos hoy a hacer felices a los niños”, escribió dos semanas antes de morir.

Hoy, sus palabras resuenan como un eco cruel de lo que Gaza está perdiendo: no solo vidas, sino voces. La suya fue una de tantas que intentaron dar esperanza en un contexto de desesperación total.

Las organizaciones humanitarias, desde la ONU hasta UNICEF, vuelven a pedir a la comunidad internacional que actúe. Pero los llamados parecen gritos en un cuarto vacío. Mientras tanto, Gaza se muere de hambre… y de olvido.

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